sábado, 26 de marzo de 2011

LACTANCIA DIFICIL PERO NO IMPOSIBLE

Como ya sabréis, Isaac nació en la 26 semana, pesó 800 gramos y 30cm, a los 5 días se quedó en 720 gramos,  ahora en la actualidad tiene 4 años y 3 meses, pesa 16 kilos y mide 102cm, y por supuesto sigue tomando teta. 

Desde que me quedé embarazada tuve muy claro que le quería dar el pecho, así que siempre estaba leyendo todo lo que podía sobre lactancia, aunque nunca llegué a entender lo que es realmente la lactancia y todo lo que me podía aportar.

Cuando nació Isaac pensé que ya lo de dar el pecho sería imposible, sentí como se esfumaba ese deseo, pero una parte de mi se revelaba y me decía ¿por qué no,? yo soy su madre y quiero hacerlo, no sé cómo, pero quiero. Además cuando lo vi en la UCIN me di cuenta de lo frágil y delicado que era. Y supe que tenía que hacer lo que fuera por ayudarlo, y mi leche era la única opción, para mí fue como un lazo de unión con él, era como decirle "no te preocupes que mamá está aquí luchando contigo, no estás sólo”.

La primera noche después del parto me quedé sola en el hospital porque yo así lo quise, mi marido llevaba 3 días y 2 noches conmigo en el hospital sin descansar bien y le dije que se fuera para casa y que descansara y tampoco permití que mi madre se quedara conmigo, necesitaba estar sola y asimilar un poco todo lo que me había pasado, además físicamente me sentía bien (o eso era lo que me parecía).

Llegó la noche y la habitación se quedó tranquila (que alivio, necesitaba silencio) corrí la cortina para aislarme un poco de la pareja que estaba al lado (bellísimas personas con las que entablamos una amistad que aún dura) respiré hondo e intenté organizar mis ideas y me dije “esto no estaba previsto pero ahora no puedo flaquear y si yo siempre he querido darle el pecho, al menos debo intentarlo, porque si no lo hago siempre me quedará esa duda…..” así que me senté en la cama, no sabía muy bien que debía hacer, pero lo que me salió hacer fue masajearme un poco el pecho y después cogí un sacaleches de perilla (previamente, en la tarde, le había pedido a mis padres que fueran a la farmacia y me trajeran un sacaleches de perilla, que era el único que yo conocía, ahora sé que no sirven para nada) pero en ese momento si me sirvió porque conseguí que me salieran unas gotitas de calostro que para mí significaba que había esperanza, que sí iba a poder.

A la mañana siguiente, el ginecólogo de la planta (un señor mayor, que no voy a decir su nombre) me trajo las pastillas para que no me subiera la leche junto con su particular justificación de porqué debía tomármela, me dijo textualmente:  "no vas a poder darle el pecho porque es como si te quisieras casar con Paco Clavel, además con todo lo que se te viene encima, lo más seguro es que no tengas ni leche y si tienes te va a salir mastitis y yo lo que quiero es evitarte más preocupaciones y sufrimientos" Yo miré a la enfermera que lo acompañaba y vi la cara de alucinada que tenía por lo que acaba de escuchar y les dije que yo quería intentarlo y que ya me había estimulado un poco el pecho y había conseguido sacarme unas gotitas y que no me iba a tomar nada y que si no podía, eso era algo que yo debía comprobar por mí misma y que él por ser médico no tenía derecho a destruir ese deseo y a limitarme, que le agradecía su consejo pero no las quería, él me dijo “allá tú con lo que haces yo ya te he advertido, pero las de Beas sois así, muy cabezotas….”y me dejó las pastillas encima de la mesilla, me reconoció y se fue, la enfermera antes de irse me dijo “no le eches cuenta, hija, y haz lo que tú creas que debes hacer…”

Mi marido entró en la habitación y empecé a llorar, me sentía fatal porque todas mis esperanzas empezaron a tambalearse, yo no sabía ni lo que tenía que hacer, ni cómo podría alimentar a mi hijo, aún no había hablado claramente con ningún pediatra de la UCIN, ni nadie se me había acercado para informarme qué es lo que se debe hacer en esta situación, ¿qué protocolo se sigue en el tema de la alimentación de un bebé tan prematuro? Y a todo esto, yo sentía los pechos flácidos, vacíos, sumado a la desorientación tan grande que tenía, me hacían pensar que a muy pesar mío a lo mejor lo que ese ginecólogo me había dicho era verdad y debía tomarme las pastillas (que aún seguían en la mesilla) varias veces las miraba con la intención de cogerlas pero algo dentro de mí me decía NO. Mi marido me aconsejó que habláramos con el pediatra de la UCIN y que según lo que él dijera que después tomara una decisión y eso fue lo que hice.

La primera charla que tuve con el pediatra fue muy dura, por mucho que me contuve acabé llorando. Ese pediatra se llama Pepe, es un excelente profesional y una persona encantadora. Fue muy sincero con nosotros en cuanto a la salud del niño, nos dijo que no nos podía asegurar que el niño viviera pero tampoco que muriera, que de momento estaba evolucionando bien, pero que todo podía cambiar rápidamente y salirle complicaciones y no superarlas, que cada minuto contaba, cada día contaba y había que ir pasito a pasito y que el primer mes era el más crítico y que estuviéramos preparados para cualquier cosa, que sentía ser tan claro pero era su deber decírnoslo, que todos los días, en la visita de la mañana nos informarían de la evolución del niño y que ellos estaban allí para lo que nosotros necesitáramos, que en cualquier momento podíamos hablar con él o con otro compañero.

Después me preguntó que si iba a alimentarlo con mi leche o con la leche del hospital, y yo le conté lo que me había pasado y lo que me había dicho el ginecólogo y le expresé mi fuerte deseo de darle el pecho y él me orientó y me animó a que lo hiciera, y me dijo que mi leche aparte de ser el mejor alimento que el niño podía y debía tomar era como otra medicina más e incluso mejor que las que ellos le pudieran dar, que había una sala de lactancia con extractores eléctricos que podía usar cuantas veces quisiera, y que había madres que se sacaban la leche y la traían a la UCIN y luego el niño la tomaba a través de la sondita, que sabía que fácil no iba a ser (por la carga emocional tan grande que estaba viviendo) pero que no era imposible y toda la leche que pudiera traer, por poca que fuera, era muy importante para el niño. 
     
Volví a la habitación preocupada por la evolución de Isaac pero llena de esperanzas y de ilusión y con la alegría de que yo podía ayudar a mi pequeño y de que yo tenía mucho que hacer por él, así que cogí las pastillas y las tiré a la basura, almorcé y fui a la sala de lactancia, una auxiliar me explicó cómo funcionaba la máquina y me dio el botecito para recoger la leche, la goma y la mamadera, la verdad que después de su explicación me quedé más o menos igual que como estaba, me dijo “te pones 5 minutos en cada pecho y si no te sale no te preocupes, esto es como todo en la vida, hay madres que tienen mucha leche y otras que no tienen, además en vuestra circunstancia lo normal es que no tengáis leche, no fuerces los pechos porque te puedes hacer daño, que tengas suerte hija” y se fue. Me quedé sin saber qué hacer y mirando la máquina con miedo y con unas ganas de llorar muy grande, y de pronto entró otra madre, se sentó en la máquina de al lado, la montó y empezó a sacarse la leche y en menos de 5 minutos llenó el bote entero de leche, yo seguía allí parada con los ojos llenos de lágrimas, y empecé a montar mi máquina, ella se levantó y se acercó a mí y me dijo que se llamaba Socorro y que su hijo también estaba en la UCIN y que ya llevaba un mes allí, yo le dije que era mi primera vez y que no sabía cómo funcionaba esto y que lo que me había dicho la auxiliar me había dejado mal y ella me dijo que no echara cuenta, que esa auxiliar no tenía ni idea y ella me informó de todo lo que tenía que hacer, que a ella también le pasó lo mismo y que es normal que al principio te saques poco pero que con el tiempo llegarás a llenar el bote, que me estimulara todo lo que pudiera aquí en el hospital y que luego una vez en casa me comprara un sacaleches eléctrico para seguir sacando y estimulando el pecho, que ella así lo hacía y hasta ahora le iba muy bien.

Yo hasta entonces no había oído hablar de sacaleches, ni sabía que existían sacaleches manuales, ni eléctricos, ni que había madres que eran capaces de sacarse la leche con la mano utilizando una técnica de masajes………..lo que hace la desinformación y todo lo que me hubiera ahorrado si me coge ahora con toda la información y preparación que tengo……

 Los dos días que estuve ingresada me pasé más tiempo en la sala de lactancia que en la habitación y ya el viernes (el mismo día que me dieron el alta) me sentía los pechos duros, no me sacaba aún mucha leche pero sabía que lo iba a conseguir………

Una vez en casa lo primero que hice fue ir a la farmacia para comprar un sacaleches eléctrico, pero solo tenían manuales pero yo quería eléctrico, me dijeron que me lo podían pedir pero que como era viernes por la tarde hasta el lunes o el martes no lo tendría, se me vino el mundo encima, yo lo necesitaba ya…así que la farmacéutica me recomendó que fuera a Prenatal de Huelva que allí lo tenían, y a todo esto yo tenía los pechos cada vez más hinchados y lleno de durezas y hasta me molestaban un poco, sabía que necesitaba sacarme la leche como fuera, así que nos fuimos a Prenatal y cuando preguntamos por el sacaleches la dependienta me dijo que desde hacía unos 20 días se habían agotado que lo tenían pedido pero que de momento iban a tardar y yo ya no  pude más y me desplomé, me eché a llorar como una niña que le niegan un juguete, la dependienta se quedó sin habla (ahora cuando lo recuerdo me río, hasta siento un poco de vergüenza ante esa reacción, pero es lo que me salió en ese momento….) después de un momento de silencio la dependienta me dijo que me acercara a la farmacia que estaba en la esquina que a lo mejor podía tener sacaleches eléctricos, y que si no lo tenía que me llevara uno manual para irme habiando hasta que consiguiera el eléctrico, que había madres que lo utilizaban y que también daban buen resultado, pero yo estaba metida en que quería el eléctrico aunque no descartaba esa opción. 

Más tranquila ya nos fuimos a la farmacia y por fin, tenían un sacaleches eléctrico, era el último que les quedaba, y se me saltaron las lágrimas pero de alegría (me imagino que el efecto de las hormonas tendrían mucho que ver en sentirme tan emocional)

A partir de ahí, el sacaleches y yo nos volvimos inseparables, fue mi fiel compañero en esos meses tan duros, y al igual que una madre y un bebé necesitan un tiempo de adaptación para instaurar una buena lactancia, mi sacaleches y yo también vivimos ese período de adaptación, que en mi caso duro un mes, después fue todo rodado, el pecho cada vez me producía más leche, llegando al litro de leche e incluso algunos días al litro y cuarto de leche. Para conseguir esta producción de leche me hacía entre 10 a 12 extracciones diarias (de día y de noche, si de noche también, me hacía entre 3 ó 4 extracciones en la noche y 7 u 8 durante el día). Pude cubrir todas las tomas de Isaac con mi leche hasta que salió del hospital con 3 kg. 

Evidentemente producía más leche de la que necesitaba Isaac, cuando empezó a tomar mi leche solo necesitaba 1ml en cada toma, al día tomaba 8ml y yo cuando empecé a extraerme me sacaba unos 30ml sumando todas las extracciones del día, con lo cual iba siempre por delante de lo que él necesitaba. Gradualmente le fueron subiendo la cantidad de leche que necesitaba según su peso, de forma que cuando salió del hospital con 3 kilos de peso tomaba 65ml en cada toma, 520ml al día y yo ahí producía 1.200ml al día, con lo cual pude congelar muchísimos litros de leche. Siempre le llevaba al hospital la más antigua y guardaba en el congelador la más reciente, previamente etiquetada con la fecha de extracción. Esa leche me sirvió después cuando me incorporé al trabajo para que siguiera tomando leche materna y para hacerles las papillas de cereales.

Cuando Isaac empezó a tomar directamente del pecho la verdad es que el pobre se atragantaba mucho, porque no era capaz de tragar al ritmo que mi pecho producía y después de comer siempre me quedaba el pecho muy lleno y lo que hice fue dejar de utilizar el sacaleches, de forma gradual, para disminuir el exceso de producción y ajustarlo a la demanda de él y en varios días noté como el pecho me cambió y dejé de notar la sensación de estar llena, ya solo producía la cantidad que él necesitaba y por fin pude guardar el sacaleches.


No fueron meses fáciles, tuve momentos muy duros, de llegar al hospital y contarnos  el pediatra que Isaac había empezado a tener complicaciones, algunas más graves otras más leves, unas las superaba fácilmente otras les costaba más y siempre el miedo a perderlo, pendiente al teléfono, que no suene y que no sea del hospital. Yo les pedí a mis familiares y amigos que no me llamaran a mi móvil, sino al de mi marido, porque cada vez que sonaba era un sobresalto “¿será del hospital?”………
 
Lo más duro fue el tema de la respiración, se llevó 2 meses y medio con respiración asistida, en este tiempo intentaron muchas veces quitarle el respirador pero Isaac apenas aguantaba unas horas sin él, así que otra vez a intubarlo,...fue desesperante…pero al final lo consiguió, gracias a Dios, solo es cuestión de tiempo y de maduración, lo que pasa es que el tiempo pasa muy despacio.


Los recuerdos más felices que tengo son: el primero cuando empecé con el método canguro, fue el día de reyes y no veas que emoción, esta vez lloraba pero de alegría, poder coger a mi pequeño que ya pesaba 1,8kg...todo un muchachote ya. Y el segundo y más emocionante, el día que lo puse en el pecho...eso fue la recompensa a todo lo vivido, a todas mis lágrimas, por fin tenía a mi bebé comiendo directamente de mi. Una experiencia que merece la pena vivir. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario